Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí. Luna abrió sus enormes ojos y vio al gran dinosaurio junto a ella. Acto seguido volvió a desmayarse.

Hace unos días, Luna subió al desván de su casa buscando aquel disfraz que su abuelo le había regalado por su cumplea­ños. En vez de ello, metida en una caja precintada, encontró lo que parecía ser un juego de mesa. Con gran curiosidad, quiso saber cómo se jugaba y comenzó una partida. Giró las flechas de la ruleta principal y leyó “Época Jurásica”. Al instante, Luna estaba rodeada por un aro de luz que la transportó hasta un nido de braquiosaurio. En ese momento, explosionó uno de los huevos que allí había. Luna no salía de su asombro, pensaba que estaba en un sueño, pero todo era muy real. El pequeño dinosaurio comenzó a lamerla. Poco después llegó la madre y pensó que había tenido dos crías. Luna asustada, intentó salir de allí, pero su nueva mamá la cogió en sus fauces con mucho cuidado, y, junto a su nuevo hermano, los subió a su lomo. Comenzó la marcha hacia un gran lago donde se encontraba la manada. El lago era de un rosa brillante y el agua caía de una cascada procedente de una gran nube morada. Luna cerró dos veces sus ojos, esperando despertar del que creía que era un sueño. De repente, comenzó a oír voces que entendía. Los dinosaurios que allí estaban hablaban y ella los comprendía. Luna no pudo resistir más y se desmayó.

¿FIN?

Elena María Pérez Cruz (1º de ESO-B)